La razón más válida que se ocurre en estos momentos para ir allí, además de otras cuantas, es la de encontrarse en una casa rural con unos amigos maravillosos, de esos que después de estar con ellos una semana en Madrid compartiendo risas y recuerdos, estando en el tren de vuelta, los echas de menos.
Fuimos a Cabañeros con motivo de mi cumpleaños, un cumpleaños adelantado un par de días, pero muy especial. Salimos un Viernes por la mañana a eso de las doce del medio día y llegamos parando para comer y repostar a eso de las seis y media de la tarde.
El Jueves me dijo mi marido de salir carretera arriba hasta donde nos llevara el destino en mi coche, vivir una aventura no es algo que en ese momento me apeteciera, hacía un frio infernal y llovía muchísimo. Pero al decirme que era por mi cumpleaños, y que deseaba pasar conmigo un fin de semana bonito en la montaña...accedí casi sin pensarlo.
El viernes salimos a las doce porque tenía dentista, además quería dar un beso a mi madre y desear una buena temporada de exámenes a mi hermanita pequeña que salía de nuevo a Granada, donde estudia y vive, a veces pienso que es más de allí que de aquí, Málaga.
Fue una auténtica sorpresa que al girar un monte justo al lado de una ciudad marítima como es la mía hubiera nieve, nieve en el campo, ¡olivares nevados! Me parece tan extraño... que no me lo creo. Pero lo ví... casi todo el camino nevado, casi todo el camino con un frio...... pero con risas, me encanta salir de viaje con él, porque hablamos mucho en el coche, de todo, nos reimos mucho y como además era la ida de viaje, siempre se sale con mñas euforia que cuando se vuelve. Así que ambos íbamos hablando, cantando y riendo en el coche.
Paramos a comer en un restaurante de Guarromán, en ese pueblo dice mi padre hacen un hojaldre de morirse, me aconsejó que compráramos, pero no compramos porque pensé que sería mejor hacerlo a la vuelta... craso error porque a la vuelta se me olvidó quedándome sin probar ese, según mi padre, manjar...
Entre el coche y la puerta de entrada en el restaurante se me heló la barbilla, hacía un frío increible... Así que de primero, por entrar en calor, me pedí un caldito, y de segundo, después de pensarlo un buen rato, me pedí un arroz a la cubana... el caldito tenía más grasa de la que estoy acostumbrada a comer en el caldito de mi madre o de mi suegra, y el arroz a la cubana se lo comió mi marido... jajaja.
El termómetro de coche llegó a los menos dos grados y me emocioné, nunca había llegado a semejante temperatura, estoy acostumbrada a meter las muestras del laboratorio en el que trabajo en congeladores, y al mirar fuera, la impresión que me daba era estar dentro de uno de ellos.
Finalmente mi Estupendo Man me desveló sus intenciones, íbamos a una casa que ya había visto él, estaba planeado... Pero no veía comida por ningún sitio, así que imaginé que iríamos a cenar a algún sitio nuevo y emblemático como a él le gusta.
Cuando llegamos, llamamos al dueño de la casa rural, que estaba en un pueblo de dos habitantes, Pueblo nuevo del Bullaque. La tarde era oscura y el cielo estaba encapotadísimo, así que no se veía dónde estábamos en realidad.
La casa ya estaba caliente, lo que nuestros cuerpos agradecieron, ¿a que sí? Un cuerpo helado llega al calor de una casa y te da una sensación de bienestar...
Vimos la casa... y nos sentamos a echar un rato... al rato, llegan amigos por sorpresa... y me emocioné. Aunque también me di cuenta de lo ingenua que soy, me lo creo todo.
Mi amiga hacía un esfuerzo increible por venir, y él también, para mí fue especial.
Mañana seguiré contando este viajillo tan bonito para mí...
Comentarios
Buenísima comida
Compañía excelente
Como deciamos antes de emezar un partido de Rugby en el Central una mañana soleada:
El mejor campo, el mejor día, el mejor equipo
La verdad es que tu marido es un afortunado... pero también es un fuera de serie organizándote algo así ¿eh?
¡Cuídalo bien y dale mimitos!
gracias!