Podía percibir cualquier cosa a través de sus sentidos multiplicada por diez, pero no llegar a comprender ninguna. Esta puede ser la historia de un ciego, pero no lo es. Es mi historia; nunca he perdido la vista, pero sí me fui apagando, poco a poco y sin darme cuenta, la realidad empezó a enredarse con la fantasía hasta el punto de confundirme tanto que no sabía distinguir qué era real y qué no lo era. Esta es la historia de una mujer que no se siente feliz con lo que es, con lo que percibe, con lo que vive. Lamentablemente, al vida no es fácil, pero una chiquila de quince años nunca lo podrá entender. La vida es demasiado bella a esa edad como para soportar una familia con problemas... sí esta es mi historia. Todo este camino de aprendizaje (llamémoslo así) comenzó a mis quince años. Mis padres sobreprotegían a unos chicos alocados que decían ser mis hermanos y mi hermana mayor y yo buscábamos la manera de llamar la atención, una atención que no llegaba, una ate...
El camino se hace al andar