El sol se apagó, y nadie estaba preparado para la oscuridad , y menos aun para el desastre que estaba a punto de suceder. Los osos se escondieron en lugares recónditos, las ardillas dejaron de salir a tomar el sol, las luciérnagas dejaron de desear alumbrar las noches de los enamorados. Todo tomó un color agridulce, sin sentido, sumiendo al mundo en el caos. Mi madre empezó a hacernos lo que yo pensaba sería una cabaña para jugar, pero no era así... era un refugio del que nos resguardaríamos de las bombas que estaban por llegar. Una tras otra caerían sin descanso rompiendo la niñez de muchos de nosotros y haciendo que sembremos dentro de nuestros corazones temor, miedo, timidez. Alejándonos de los juegos, nuestras historias... mi madre nos llamaba mil veces para llenar botellas de agua, guardar en un escondite secreto comida. Una mañana mi padre llegó con la cara blanca y nos mandó a la habitación de al lado a mis hermanos y a mí, siempre lo hacía para hablar de "cosas de mayores...
El camino se hace al andar