Cuando ya no supiéramos de qué hablar, nos acurrucaríamos en un rincón a dormir abrazados siempre lo he pensado así... porque nos complementaamos, después esperaríamos que pasara el tiempo, y mientras, yo buscaría momentos para verte sonreir porque tu sonrisa hace que me sienta feliz. Recuerdo cuando te conocí; A penas daba pie con bola, no tenía saliva, me temblaban las piernas, pero no entendía porqué, no eras el típico hombre guapetón, fuerte... Tú eras más bien gordito, jovencísimo, tiernísimo y un chachondo mental (eso fue). Me hacías reir, y eso era lo que me acercaba a tí. poco a poco, fui necesitándote, porque estar contigo suponía estar a mis anchas, estar bien, segura, era como estar en casa, en un hogar. Todo eran bromas, todo eran anécdotas graciosas que me ensañaron a reir (sí... tú... tú me has enseñado a reir), algunas me hicieron llorar... de la risa... y otras las escuché sin más, mirándote a los ojos, de los que, sin darme cuenta, me estaba quedando prendada muy de...
El camino se hace al andar