
El sol se apagó, y nadie estaba preparado para la oscuridad, y menos aun para el desastre que estaba a punto de suceder.
Los osos se escondieron en lugares recónditos, las ardillas dejaron de salir a tomar el sol, las luciérnagas dejaron de desear alumbrar las noches de los enamorados. Todo tomó un color agridulce, sin sentido, sumiendo al mundo en el caos.
Mi madre empezó a hacernos lo que yo pensaba sería una cabaña para jugar, pero no era así... era un refugio del que nos resguardaríamos de las bombas que estaban por llegar. Una tras otra caerían sin descanso rompiendo la niñez de muchos de nosotros y haciendo que sembremos dentro de nuestros corazones temor, miedo, timidez.
Alejándonos de los juegos, nuestras historias... mi madre nos llamaba mil veces para llenar botellas de agua, guardar en un escondite secreto comida.
Una mañana mi padre llegó con la cara blanca y nos mandó a la habitación de al lado a mis hermanos y a mí, siempre lo hacía para hablar de "cosas de mayores" con mi madre, todos se fueron, pero yo me quedé escondida detrás de la puerta y sin deber hacerlo escuché;
- Hay amenaza para esta noche, quizás tenga que partir. Escondeos tú y los niños bien e intenta protegerlos por encima de todo. Estate tranquila, todo saldrá bien
- Pero... ¡Oh Juan! ¿Cómo quieres que me quede tranquila? ¿Que quizás tienes que partir? ¿Dónde... Por qué?
- No preguntes, no puedo responder sólo quiero que luchéis por vivir. Buenas noches, vamos a la cama cariño
Corriendo, casi sin respirar me fui a mi cama, no podía creerlo... No había vivido jamás una guerra y, desde luego, no me hacía a la idea. Cerré los ojos, y escuché a mi alrededor.
Un grillo cantaba a la noche e imploraba paz para los días venideros, eso no ocurriría. Un perro ladraba al temor que se avecinaba, un gato buscaba compañía... y por encima de todo... un silencio abrumador.
De pronto, un silbido en medio de la noche y mis padres agarrándonos de un golpe y escondiendonos en la cabaña.
Seguí con los ojos cerrados, porque el miedo me impedía abrirlos. El perfume de mi madre se convirtió en mi consuelo.
Cuando abrí los ojos supe que mi vida no sería lo mismo. Mi madre lloraba abrazada al cuerpo inerte de mi padre. En medio de un tiroteo entró una bala en la casa y lo alcanzó en la cabeza.
Desde luego no viajaría, no saldría de la casa... pero no por motivos personales, sino porque estaba muerto.
¿Quién lo había matado? Lo desconozco, ¿Se conocerían, sí, no? ¿Se odiarían tanto como quitarse la vida? ¿Sí, no? Lo desconozco
Sólo sé que ese tiroteo, esa bomba, la guerra... Todo eso, y las decisiones de unos pocos que llegan a enfrentar dos paises llenos de gentes que ni se conocen, hicieron que mi vida se rompiera en mil pedazos.
Los osos se escondieron en lugares recónditos, las ardillas dejaron de salir a tomar el sol, las luciérnagas dejaron de desear alumbrar las noches de los enamorados. Todo tomó un color agridulce, sin sentido, sumiendo al mundo en el caos.
Mi madre empezó a hacernos lo que yo pensaba sería una cabaña para jugar, pero no era así... era un refugio del que nos resguardaríamos de las bombas que estaban por llegar. Una tras otra caerían sin descanso rompiendo la niñez de muchos de nosotros y haciendo que sembremos dentro de nuestros corazones temor, miedo, timidez.
Alejándonos de los juegos, nuestras historias... mi madre nos llamaba mil veces para llenar botellas de agua, guardar en un escondite secreto comida.
Una mañana mi padre llegó con la cara blanca y nos mandó a la habitación de al lado a mis hermanos y a mí, siempre lo hacía para hablar de "cosas de mayores" con mi madre, todos se fueron, pero yo me quedé escondida detrás de la puerta y sin deber hacerlo escuché;
- Hay amenaza para esta noche, quizás tenga que partir. Escondeos tú y los niños bien e intenta protegerlos por encima de todo. Estate tranquila, todo saldrá bien
- Pero... ¡Oh Juan! ¿Cómo quieres que me quede tranquila? ¿Que quizás tienes que partir? ¿Dónde... Por qué?
- No preguntes, no puedo responder sólo quiero que luchéis por vivir. Buenas noches, vamos a la cama cariño
Corriendo, casi sin respirar me fui a mi cama, no podía creerlo... No había vivido jamás una guerra y, desde luego, no me hacía a la idea. Cerré los ojos, y escuché a mi alrededor.
Un grillo cantaba a la noche e imploraba paz para los días venideros, eso no ocurriría. Un perro ladraba al temor que se avecinaba, un gato buscaba compañía... y por encima de todo... un silencio abrumador.
De pronto, un silbido en medio de la noche y mis padres agarrándonos de un golpe y escondiendonos en la cabaña.
Seguí con los ojos cerrados, porque el miedo me impedía abrirlos. El perfume de mi madre se convirtió en mi consuelo.
Cuando abrí los ojos supe que mi vida no sería lo mismo. Mi madre lloraba abrazada al cuerpo inerte de mi padre. En medio de un tiroteo entró una bala en la casa y lo alcanzó en la cabeza.
Desde luego no viajaría, no saldría de la casa... pero no por motivos personales, sino porque estaba muerto.
¿Quién lo había matado? Lo desconozco, ¿Se conocerían, sí, no? ¿Se odiarían tanto como quitarse la vida? ¿Sí, no? Lo desconozco
Sólo sé que ese tiroteo, esa bomba, la guerra... Todo eso, y las decisiones de unos pocos que llegan a enfrentar dos paises llenos de gentes que ni se conocen, hicieron que mi vida se rompiera en mil pedazos.
Comentarios
Enhorabuena, me ha gustado mucho
Un saludo desde el caos
saludos y mil gracias
Malvi
Me ha gustado mucho tu relato, está cargado de sentimiento
Besukos