Había luces tenues detrás de la puerta, que parecía entreabierta y permanecí sentada en el escalón, ¿qué hacer? ¿entrar? ¿no entrar? Ya me habían dicho papá y mamá que a los Reyes Magos no se los podía molestar mientras estaban trabajando. Escuché sus risas y el chocar de las copas, eso era perfecto porque debajo del árbol les había dejado unas copitas con una botella de vino. Mi papi me aconsejó cuál dejarles y, como nunca se equivoca, pues ahí se la dejé, con caramelos de la cabalgata y un barreño con agua para los camellos. Me volví a la cama muy nerviosa. "Están en mi salón" sólo pensaba que estaban conmigo y no les podía hablar para decirles que el caramelo que había cogido para Peter y me había comido yo había sido sin querer, que he sido muy buena, ¡no quiero carbón!. El nerviosismo se iba apoderando de mí poco a poco y decidí intentar dormirme, así llegaría antes la mañana y de ese modo jugaría antes. No pude dormir. Así que empecé a contar, UNO, DO
El camino se hace al andar