El sol brillaba alegremente en la mañana del gran día, pero el suelo seguía blanco de nieve y el aire era muy frio...
No importaba, el frío a mi me importaba poco, llegados a este punto de la palícula, incluso, el detalle de la nieva me parecía un gran regalo de la naturaleza, así que, como el médico me había aconsejado que andara mucho, porque el ejercicio viene muy bien... pues decidí dar un paseo a ningún lugar pero con mucho cuidado, debía cuidarme por los dos, mi bebé y yo... estaba a punto de dar a conocer al mundo a Carlota, mi niña.
Era la típica situación en que todos las querían conocer, pero ella se resistía aguantando un poco más, un poco más... como el que tiene que madrugar y está remoloneando en la cama antes de salir al trabajo... un poquito más, un poquito más..
Carlota tenía seguro una faceta de su caracter, desde antes de nacer, Carlota iba a ser muy tranquila, así como tranquilamente engordó hasta que llegó a pesar casi los cuatro kilos, yo estaba muerta de miedo, el parto, los dolores y la barriga tan grande, siempre estaba durmiendo, muy cansada... y , por supuesto, muy feliz...
Pero ese día de Enero, el sol me estaba llamando, y la nieve desde luego que también, una brisa helada me recorría todo el cuerpo y el camino se hizo solo. Carlota estaba quieta, ese ligero movimiento en mi estómago se había calmado, ella estaba dormida... y yo ya más tranquila... "va a ser una mandona" me decía para mí con media sonrisa. Me distraje haciéndome cosquillitas en la barriga, puesto que en una de las veces ella se movió mucho y me pareció divertido... no se movía y sentía mucha tensión... algo pasaba... y no entendía qué.
A un lado los pinos, al otro el olor a campo, la brisa invernal, los pajarillos... todo parecía estar en armonía, y en ese momento... Carlota me empezó a decir que era su momento... rompí aguas.
Todo fue seguido, llamé a mi marido que vino en un santiamén, los dolores cada vez se hacían más intensos y pensé me iba a marear... pero mi marido estaba allí.
Con un cariño inmenso, me levantó y me metió en el coche y fuimos rumbo al hospital... en dos horas Carlota estaba mirándome a los ojos... me decía "Hola mamá, encantada de conocerte", con esos ojitos, esa boquita, esas manitas... lo pequeños pies... sólo con mirarla me sentía feliz.
Los dolores se terminaron y la recompensa logró hacer que la sensación de miedo, inseguridad y todos los dolores se disiparon y muy lentamente nos fuimos conociendo...
...Hoy es una mujer.
Cuando supe que estaba embarazada, me sentí la mujer más feliz del mundo, cuando nació supe superar la sensación, era más feliz... y, cuando hoy veo, que, siendo mujer, es buena, tiene buen corazón y que es una partecita de mí... no puedo más que sentirme la mujer mas dichosa del planeta.
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