... La alarma saltó, y la casa se volvió patas arriba.
Jimena estaba tan inmersa en su propio llanto que no podía ditinguir las caras de su alrededor, de pronto estaba acompañada por muchas personas y alguien le sujetaba la cabeza, muy delicadamente, conocía su olor, su tacto pero no podía reconocer en una fracción de segundos...
Cuando se enjugó las lágrimas y se percató de quién la estaba aguardando, no pudo más que vomitar, los sentimientos que este hombre tan íntegro en apariencia le evocaban se hicieron presentes, en su forma física, le vomitó en la ropa.
Su cara de asombro fue tal que salió de la habitación sin decir ni media palabra, después Jimena empezó a palpitar muy fuertemente, sintió una punzada en el estómago y quedó inconsciente.
Fuera miedos, de momento, para ella... al contrario que para el resto de acompañantes que había a su alededor...
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