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Una mañana de Julio, yo pensaba que iba a hacer mucho calor, ahí a pleno sol, pero, como corría agua, pues no pasaba nada, con el mismo agua te ibas refrescando. Nos gustó mucho la idea.
Ese día nos levantamos muy animados, compramos el pan para los bocatas y la bebida. Cargamos la mochila y esperamos a que llegasen nuestros amigos, quedamos todos debajo de casa, en la rotonda.
De camino muy bien hasta que llegamos. El cuadro es el siguiente, no sabíamos dónde comenzaba la ruta y comenzamos casi desde la playa a subir el rio. Un sol aplastante, pero no del todo abrasador puesto que era pronto por la mañana, aun así calor calor..
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Yo como no sabía lo que me iba a encontrar me puse unos tenicillos (mierdecitas) muy livianos fáciles de mojar y sobre todo muy fáciles de secar.
Aquello parecía el desierto.
Bebimos poca agua, porque no teníamos mucha que digamos y nos tenía que durar. El camino entero estaba lleno de piedras y mis pies no tenían ninguna protección para los tobillos.
Mientras no nos paráramos no tuve ningún problema al andar, poco a poco hacia delante, absorbiendo cada minuto de naturaleza, de paz... que duró hasta que llegamos al principio de lo que era la ruta... Madre mía qué cantidad de gente aquello parecía la Calle Larios (una calle de Málaga, la más importante, por cierto, y según me acaban de comentar.. una de las más caras de España), todo lleno de gente con perros, familias con niños... todos andando.
Me gustó el gesto familia-dominguera, pero aquello de la tranquilidad del silencio quedó atrás, además mi marido se había empeñado en conmemorar por todo el camino al difunto Michael Jackson y animó a los amigos a seguirle en ello. Total... qué voy a decir al respecto.
Al empezar la ruta ruta, pudimos disfrutar del agua que llevaba el río. En algunos tramos llevaba más agua que en otros, pero mínimo cubría por el tobillo siempre. Al principio muy fría, pero a medida que el sol daba con más intensidad y más y más... se iba haciendo más y más agradable. Una sensación genial aquello. La circulación por las piernas se sentía muy fluida y mis piernas estaban perfectamente activas, claro, mientras no parara.
El suelo estaba lleno de piedras circulares con picos angulosos pero roidos por el agua.
El suelo estaba lleno de piedras circulares con picos angulosos pero roidos por el agua.
No me dolían los pies.
A la hora de comer llegamos a una zona donde había una cascada. La gente se ponía debajo y la caida del agua los aplastaba, llegaba con mucha fuerza.
En este lugar, el agua estaba muy fria. nos quedamos en una pocilla donde llegaba un caño de agua que hacía como de spa, una pasada y la verdad es que quitarse los zapatos y sacar la botella de agua a enfriarse debajo del caño nuevo de agua... fue toda una revelación.
Notar la caricia del agua por los pies, notar la corriente relajándome las piernas... ¡Madre mia! Fue, como dije antes, una revelación. Las piernas me daban pinchacitos.
Comimos en un llano al lado de la poza. Secos pero locos por bañarnos de nuevo. En ese lugar habían muchas avispas, eso hizo que la comida fuera incómoda, al menos para mí, que como milindri que soy, me asustaba con las avispas que me perseguían para comerse mi bocata y ¿por qué no? picarme de paso.
Terminé pronto de comer y me fui al agua.
Hora de volver.
El mismo camino, pero en el mismo sentido de la corriente del agua, para abajo... Pienso que el esfuerzo fue mayor. Había que luchar por no caer, por no resbalar... el calor seguía ahí, yo echándome agua lo combatía muy bien, pero no me sirvió de mucho para las quemaduras. me quemé por el sol, aunque me echara crema, me quemé.
Antes de atravesar el desierto, haber pisado todas las piedras del mundo, haber saltado mil sitios por no pincharme, y haberme doblado el tobillo una vez, me eché mucha agua para no morir de sed y calor.
En el camino por el desierto se me secaron los zapatos, no es lo mismo que los pies, y empecé a notar el cansancio. Hay que anotar que era la primera vez desde la mañana que pisaba suelo plano, mis pies no daban crédito y empezaron a quejarse de todo el día.
Terminamos el día sentados en una acera, mojándonos los pies, bebiendo agua y agua... Al llegar a casa me di cuenta de que había zonas del pie que podían doler, zonas que no sabía ni que existían, no sabía ni que tenían un mínimo músculo.
Desde entonces, no me he vuelto a poner esos tinicillos mierdosos... es más, los tiré a la basura
A la hora de comer llegamos a una zona donde había una cascada. La gente se ponía debajo y la caida del agua los aplastaba, llegaba con mucha fuerza.
En este lugar, el agua estaba muy fria. nos quedamos en una pocilla donde llegaba un caño de agua que hacía como de spa, una pasada y la verdad es que quitarse los zapatos y sacar la botella de agua a enfriarse debajo del caño nuevo de agua... fue toda una revelación.
Notar la caricia del agua por los pies, notar la corriente relajándome las piernas... ¡Madre mia! Fue, como dije antes, una revelación. Las piernas me daban pinchacitos.
Comimos en un llano al lado de la poza. Secos pero locos por bañarnos de nuevo. En ese lugar habían muchas avispas, eso hizo que la comida fuera incómoda, al menos para mí, que como milindri que soy, me asustaba con las avispas que me perseguían para comerse mi bocata y ¿por qué no? picarme de paso.
Terminé pronto de comer y me fui al agua.
Hora de volver.
El mismo camino, pero en el mismo sentido de la corriente del agua, para abajo... Pienso que el esfuerzo fue mayor. Había que luchar por no caer, por no resbalar... el calor seguía ahí, yo echándome agua lo combatía muy bien, pero no me sirvió de mucho para las quemaduras. me quemé por el sol, aunque me echara crema, me quemé.
Antes de atravesar el desierto, haber pisado todas las piedras del mundo, haber saltado mil sitios por no pincharme, y haberme doblado el tobillo una vez, me eché mucha agua para no morir de sed y calor.
En el camino por el desierto se me secaron los zapatos, no es lo mismo que los pies, y empecé a notar el cansancio. Hay que anotar que era la primera vez desde la mañana que pisaba suelo plano, mis pies no daban crédito y empezaron a quejarse de todo el día.
Terminamos el día sentados en una acera, mojándonos los pies, bebiendo agua y agua... Al llegar a casa me di cuenta de que había zonas del pie que podían doler, zonas que no sabía ni que existían, no sabía ni que tenían un mínimo músculo.
Desde entonces, no me he vuelto a poner esos tinicillos mierdosos... es más, los tiré a la basura
Nota:
Recomiendo a todo el mundo que haga esta ruta, con buen calzado, un sombrero, con los tobillos bien sujetos, y con mucha agua y muchas ganas de pasarlo bien.
Recomiendo a todo el mundo que haga esta ruta, con buen calzado, un sombrero, con los tobillos bien sujetos, y con mucha agua y muchas ganas de pasarlo bien.
Comentarios
Pero siempre merece la pena, ya sea por ver el paisaje o por darse un merecido baño, como tú.
Abrazo!
Creo que lo del baño es lo de menos, lo que más me gusta de hacer este tipo de cosas es el paisaje, la desconexión que se produce del día a día... es un todo, y bueno... si hay un buen bañito natural de por medio... mejor que mejor
un abrazo
un beso y bienvenida Charo!