Hace más o menos ya dos años, cómo pasa el tiempo, por cierto, fuimos en nuestra luna de miel a Nueva York, creo que ya lo he comentado alguna vez, pero fue un viaje genial, no sólo por lo que implicaba, sino por lo grande que fue.
Para empezar esa fue la primera vez que viajaba con mi novio, ya mi marido, al menos era la primera vez que pasábamos tantos días seguidos absolutamente solos, y eso me gustaba, aunque también me asustaba. Era algo desconocido para mí y, al final, resultó ser la mejor de las mejores maneras de empezar una vida maravillosa juntos... han pasado dos años... y ahora estamos esperando un nuevo inquilino en nuestras vidas, este viene para quedarse, al menos eso esperamos... En cualquier caso, es algo que me ilusiona muchísimo, pensar en esta evolución en la madurez de las personas, los pasos, la trayectoria, los hábitos que se cambian, las cosas que pasan... todo va evolucionando de una manera completamente armónica, sin adelantarse ni atrasarse, las cosas están pasando justo cuando tienen que pasar.
Esto me hace realmente feliz.
El tema que me ocupa para esta entrada no es este realmente pero tiene algo que ver. Puesto que se trata de algo que me pasó en Nueva York, la ciudad de las mil oportunidades de comidas diferentes, la ciudad de las ciudades...
El primer día no más bajar del avión, después de un viaje de ocho horas, una jornada laboral, mejor... un día entero volando, llegamos a NY a eso de las 23.00 hora de aquí, hora de allí eran las cinco de la tarde. El cuerpo, asombrosamente se acostumbra, o se adapta a las condiciones del medio ambiente donde se encuentre, y sigue hacia delante, así seguimos nosotros.
To pa´lante.
No más dejar las maletas en el hotel salimos a dar una vuelta, y yo quería un café por la calle como en las películas, además porque estaba muy rara, y para ver si me despertaba.
Paramos en un Starburcks y nos compramos un café para la niña.
Al pedirlo, me pregunta mi marido qué café quería, y yo pues quería una nube, como acostumbro a llamar el café aquí en málaga. No hay nube, no hay café con leche... bueno... pues un cafe americano, café a secas.
Resumiendo un poco, en cuatro palabras; Vaya mierda de café
Con respeto a mi jefa que le encanta el café así... a mí me gustó CERO.
Era aguachirri con un poquillo de café madre mía qué asco.
Era aguachirri con un poquillo de café madre mía qué asco.
Me lo tomé, por la magia de ir como en las películas tomando café por las calles Neoyorquinas (patético?) Y no fue el único café que me tomé en toda la estancia en la ciudad. No me gustaba mucho, pero creo que me fui acostumbrando, además en los desayunos el café era eterno, si veían tu vaso vacío o medio vacío, venían y te lo llenaban y te lo llenaban y te lo llenaban, hasta que te ibas... qué buenos los desayunos en NYC, dicho sea de paso.
Eso sí... a la vuelta, lo primero que quería era tomar un buen café, como n podía irme a dormir por lo del acostumbrarse de nuevo a nuestro horario... fuimos a casa de mi suegra a tomarlo...
Madre de mi vida! ese sí que era un buen café
Comentarios
Que no sepan hacer café no quiere decir que no utilicen las mejores variedades.
En América se vende el mejor café del mundo...para luego estropearlo
¿por dónde andas?
Besos
Como ves...os sigo
;-)
Sala de pasajeros frecuentes... suena a mucho avion, jejejjeje
Buen viaje!!
;-)
Los pijos le llaman sala VIP
Si me dejan entrar a mí, muy VIP no será, ¿no te parece?