No tenía la cámara tampoco en esta ocasión, la foto ha sido tomada de AQUI |
Quien ha tenido un bicho feo en casa, por muy poco que haya durado la relación, también ha tenido una tortuga, máxime cuando era el condicionante de un padre para que la niña soltara a un bicho feo y negro.
Pues nosotras tuvimos nuestra tortuga. Mi padre no faltó a su palabra.
Lo más chulo del asunto es que se encargó de ella mi hermana enteramente. Bueno, fue lo mejor y lo peor.
Le robó sigilosamente a mi madre uno de los barreños que ella tenía para limpiar , el más pequeño que resultaba ser espectacular para una tortuguita, para que nadara y jugara. Fuimos a la playa para buscar una piedra, grande y a la par bonita para que tomara el sol. En su lugar encontramos muchas piedras pequeñas bonitas. Nos las llevamos igualmente y las pusimos en el fondo del barreño-casa de la tortuga hembra por supuesto para que le diera un toque más natural. La piedra grande la encontró mi madre.
Todos los días sacábamos de su piscina a la tortuga, la dejábamos andar por encima de la encimera del cuarto de baño, como si eso pudiera divertirla en lugar de hacer que sintiera un miedo increíble y le echábamos de comer, cada una por su parte. Mi hermana por las mañanas, y siempre que pasaba yo por al lado de ella le echaba también de comer.
Todo marchaba bien, le cambiábamos el agua, la alimentábamos, jugábamos con ella e incluso se tumbaba sus ratitos libres cuando estábamos en el colegio y podía estar tranquila al sol encima de su piedra. Patas estiradas (las cuatro estiradas hacia arriba sujetando la concha incluida) y cuello estirado a más no poder, para que el sol le llegara a todas las partes de su cuerpo.
Transcurrió un tiempo, y parecía que iba creciendo. Hasta que un día... por la noche viendo una película se escucha desde el fondo de la casa un estruendoso ¡NOOOOOOOO! seguido de un llanto de niña compungida de dolor.
Sí, es lo que pensáis, la tortuga murió y nos dejó.
Mi hermana la tenía cogida con los dedos por la concha, y las patas cabeza y lengua colgaban, los ojos abierto la miraban diciéndole adiós.
Recuerdo la imagen de esa niña pequeña, Lau, llorando al va y ven del movimiento de la tortuga para que se le movieran todas las patas, la cabeza y la cola a la pobre tortuga, estaba muerta, estaba lacia ¡Animalito!
(yo lloré también)
Mi padre la iba a tirar a la basura, pero lo pillamos con las manos en la masa y le dijimos que teníamos que enterrarla. En una caja de cerillas la metimos y le hicimos prometer a mi padre que la enterraría a la mañana siguiente... jeejejej.
El pobre dijo que sí, pero si lo hizo o no lo hizo... Eso sólo la tortuga y él lo saben.
Comentarios
¿Es esto normal?
Abandonado pero divertido